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El Poder Transformador del Teatro Autobiográfico para desafiar patrones y estereotipos de genero

Deconstruir estructuras patriarcales, rediseñando la convivencia entre mujeres y hombres

El Teatro Autobiográfico emerge como un medio para desafiar las convenciones y los estereotipos arraigados, desmantelando las estructuras patriarcales que han estado profundamente incrustadas en nuestras sociedades, culturas y religiones. Esto dificulta una interacción equitativa entre hombres y mujeres, creando barreras para un amor libre de opresión y una verdadera empatía. En el escenario, las mujeres no solo representan roles de víctimas o sobrevivientes; por primera vez, se convierten en protagonistas que desafían las dinámicas de poder y fomentan un diálogo esencial. El teatro no solo preserva la autenticidad de sus historias, sino que también las destaca y magnifica.


“La violencia tiene una razón, una razón que no podemos permitir que perdure. Y esa razón es el poder que algunos hombres creen tener para tomarlo todo, incluso mi propio cuerpo, en contra de mi voluntad. La violencia se nutre de la culpa, esa culpa que se nos inculca al considerarnos inferiores a ellos, sacrificables, menos capaces, menos importantes. Nací mujer, y solo por eso, toda mi vida ha sido moldeada para servirte a ti, hombre, para asegurarte una vida buena. Pero, ¿Qué hay de mi propia vida?”. 

¡AHORA HABLO YO!


La OMS Global identifica la violencia contra niñas y mujeres como un grave problema de salud pública a nivel mundial. Alrededor del 67,8% de las víctimas de violencia de género nunca discuten las repercusiones del abuso, y no solo nos referimos a la violencia física, sino también a la psicológica. Según la Macroencuesta del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, de una muestra de 10.171 mujeres jóvenes que han experimentado abuso, el 44,6% elige permanecer en silencio, el 26,6% siente temor y el 21% experimenta vergüenza.

La violencia de género es un problema de salud pública, con profundas consecuencias en la salud mental y representa un problema moral en la percepción del hombre hacia la mujer. El perfil del agresor es a menudo el de un hombre machista que cree tener derecho al control y la posesión sobre la mujer.


Estos agresores siguen su lógica interna, ignorando cualquier otro razonamiento que no sea el de sus propias necesidades. Son individuos incapaces de gestionar sus conflictos con su identidad masculina, con una psicología distorsionada que confunde la masculinidad con el abuso, utilizando insultos, desprecios, golpes y agresiones sexuales que ocultan inseguridad, cobardía y egoísmo. Superioridad y frustración son dos elementos recurrentes en el perfil de un abusador, que ha internalizado tanto estos patrones que se autojustifica y normaliza su comportamiento, consciente de sus actos malvados y amparado en el patriarcado para evadir la culpa.




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